El año pasado se conoció en nuestro país la noticia de una estafa difundida por redes conocida como “telar de la abundancia”, la cual con un argumento “feminista” y de “empoderamiento”, prometía que si ponías $1.000, y conseguías dos amigas que pongan otros $1.000 cada una, podrías llevarte hasta $8000 en pocos días.
Este tipo de sistemas de estafas no invierte el dinero en ningún instrumento, reparte el dinero de los mismos inversionistas; y, como la cantidad de inversores (y de personas, ¡y el mundo mismo!) es finita, cuando deja de entrar dinero, el sistema explota.
Esta difusión del telar de la abundancia nos llevó a conocer a Carlos Ponzi, el pionero a gran escala que implementó este sistema de estafas en la década de 1920 en Boston, EE.UU. Y también nos recordó a Bernard Madoff, el estafador más grande de la historia quien defraudó por casi 65.000 millones de dólares. Este último miércoles, a los 82 años, cumpliendo una condena de 150 años de prisión, murió Madoff.
Asesor de inversiones y finanzas, formado en buenas universidades de EE.UU., empezó con los negocios financieros a los 22 años con 5.000 dólares que ganó trabajando en sus vacaciones de verano. Llegó a ser presidente de la bolsa de valores Nasdaq y una de las figuras más importantes de Wall Street. Sus estafas alcanzaron a bancos, grupos inversores, fundaciones, obras de caridad y a grandes capitalistas de la comunidad judía de Estados Unidos, de la que Madoff era un activo participante. Entre los engañados se encuentran Steven Spielberg, el banco HSBC y el Royal Bank of Scotland.
En diciembre de 2008, en medio de la crisis financiera global, el banquero fue detenido por el FBI y acusado de fraude. Años después fue condenado a 150 años de prisión. Sus estafas dejaron consecuencias más allá de la quiebra de bancos, fondos, fundaciones y personas: decenas de ellos se quitaron la vida, incluyendo a uno de los hijos del propio Madoff. Encerrado, a días de cumplir 83 años murió el estafador más grande de la historia.
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